Este 21 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Alzheimer, una enfermedad que presenta un trastorno progresivo que hace que las células del cerebro se consuman (degeneren) y mueran. Esta patología es la causa más común de la demencia y cursa una disminución continua de las habilidades sociales, de pensamiento y comportamiento, alterando la capacidad de una persona para funcionar de manera independiente.
Es por ello que el Colegio Oficial de Fisioterapeutas de Canarias, tal y como muestran las últimas investigaciones, recuerda que una pauta de ejercicio terapéutico y actividad física prescrita desde los inicios de la enfermedad puede conseguir que su avance no sea tan devastador, mejorando la calidad de vida de las personas afectadas.
El inicio del Alzheimer es insidioso, con agravación progresiva. La mayoría de los casos comienzan entre los 50 y 60 años, afecta a ambos sexos por igual y la incidencia de esta enfermedad (y de las demencias en general) se incrementa exponencialmente con la edad a partir de los 40 años. Éste índice es en España de alrededor del 7% para la población mayor de 65 años (un dato que se traduce en más de 24.500 personas en Canarias*) y de un 50% para la población mayor de 85 años (algo más de 22.000 personas en el Archipiélago*).
No existe un tratamiento que cure la enfermedad o que altere el proceso de la enfermedad en el cerebro. En las etapas avanzadas del Alzheimer, las complicaciones de la pérdida grave de la función cerebral, como la deshidratación, la desnutrición o la infección, causan la muerte.
El trabajo físico puede ayudar, y su seguimiento es competencia del fisioterapeuta, como así lo recogen la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias, el Real Decreto 1001/2002 y la Orden CIN/2135/2008, entre otras normativas de carácter profesional que especifican que el fisioterapeuta debe incluir el ejercicio como parte de un plan de intervención terapéutica encaminado a la prevención, tratamiento y recuperación de patologías, entre ellas el Alzheimer.
Este plan de trabajo se prescribe según el estadio en que se encuentre el afectado:
En fases iniciales de la enfermedad, el paciente no suele cursar dificultades motrices ni graves alteraciones cardiorrespiratorias; pero en ocasiones, ya se inician trastornos posturales, de coordinación y equilibrio, de manejo en las actividades de la vida diaria y alteraciones en el patrón de la marcha con mayor riesgo de caídas que necesitarán tratamiento.
Los objetivos fisioterapéuticos (específicos y adaptados a cada paciente y al estadío de su enfermedad) estarán encaminados a prevenir y retrasar las dificultades de movilidad, de coordinación, de equilibrio, de desplazamiento y de desorientación espacial; mantener la independencia todo lo posible; y prevenir también las complicaciones asociadas: cardiovasculares, respiratorias, estreñimiento…
En estadios severos de la enfermedad se agudizan los signos neurológicos y se observa mayor rigidez, espasticidad e hiperreflexia. Las caídas y fracturas son frecuentes debido al trastorno de la marcha y las alteraciones de la postura y del equilibrio. Se acentúan los trastornos, aumenta el nivel de dependencia en transferencias, se incrementa la rigidez articular, aparecen deformidades y hay tendencia a la postura en flexión lo que conlleva mayores complicaciones respiratorias, deglutorias, de relación social por no poder extender la columna, así como caídas principalmente hacia delante.
Como conclusión, los beneficios de la integración de la fisioterapia en el tratamiento de la persona afectada por Alzheimer son múltiples. Uno de sus aspectos principales es que favorece la socialización, supone un gran beneficio lúdico y mejora el estado de ánimo del paciente. También mejora la movilidad articular y el tono muscular, evitando rigideces y atrofia, y previene las consecuencias del inmovilismo (cambios posturales y medidas técnicas), entre otros puntos.
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